Netflix se atreve con un clásico absoluto de la ciencia ficción latinoamericana y mundial: El Eternauta, obra emblemática publicada originalmente entre 1957 y 1959, llega a la plataforma con una primera temporada de seis episodios, protagonizada por Ricardo Darín como Juan Salvo. La serie, dirigida por Bruno Stagnaro, enfrenta el enorme reto de adaptar una obra profundamente política, existencial y local, manteniendo su esencia en un contexto globalizado.
Un inicio atmosférico y potente
Desde el primer episodio, la serie impacta con una atmósfera opresiva y una puesta en escena inquietante. La nevada mortal que desencadena el apocalipsis se representa con un alto nivel técnico: efectos visuales bien logrados, sonido envolvente y una dirección que sabe transmitir angustia. Buenos Aires, convertida en escenario de ciencia ficción distópica, luce verosímil y reconocible, gracias a una cuidada fotografía y diseño de producción.
Ricardo Darín encarna a un Juan Salvo sereno, introspectivo y cada vez más desgarrado. Su actuación sostiene gran parte del drama humano de la serie, aunque algunos momentos quedan lastrados por diálogos expositivos o una dirección algo rígida. Carla Peterson y César Troncoso completan el reparto principal con solvencia, aunque sus personajes no alcanzan el mismo desarrollo.
Entre la fidelidad y la reinterpretación
Bruno Stagnaro opta por una adaptación relativamente fiel al espíritu original, pero con cambios narrativos importantes. Se conserva la estructura del relato dentro del relato, y el tono pesimista y reflexivo sigue presente. Sin embargo, el guion tiende a simplificar algunos dilemas morales y políticos, lo que puede dejar con gusto a poco a los lectores más puristas.
Aun así, la serie logra actualizar el mensaje de resistencia, solidaridad y memoria colectiva, tan central en la obra de Oesterheld. La amenaza alienígena se presenta como una alegoría renovada del control y la opresión, y la construcción del grupo de supervivientes es uno de los aspectos más sólidos de la narrativa.
Ritmo irregular, pero con momentos memorables
Aunque el arranque es prometedor, la serie sufre ciertos altibajos de ritmo a lo largo de sus seis episodios. Algunos capítulos intermedios se sienten más expositivos que narrativos, y se echa en falta un mayor desarrollo del conflicto entre los personajes. Sin embargo, el tramo final recupera fuerza, y el último episodio deja abierta la puerta a una segunda temporada con potencial para explorar más capas del universo Eternauta.
El montaje, la música y el diseño sonoro están bien trabajados, aunque en algunos momentos el dramatismo roza el exceso, especialmente en los diálogos más solemnes.
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