Todavía sigue en pie aquel antiguo caserón situado al borde del acantilado. Ya lleva algunos siglos desafiando la furia del viento y las salpicaduras de las fuertes embestidas del mar. Su fachada, poco a poco, se ha visto devorada por el salitre.
En su interior hay una puerta que siempre está cerrada. Los habitantes de la vecina aldea nunca han dejado de murmurar las más descabelladas historias sobre lo que realmente se esconde detrás de ella. Pero nadie, nadie, hace tiempo que no se atreve a entrar en el caserón.
Alguien dijo una vez, tiempo ha, que la puerta custodiaba algún secreto oscuro y prohibido.
Los parroquianos del mesón de la aldea cuentan historias de algunos que habían intentado forzar la puerta. Al parecer nadie lo había logrado. Ni cerrajeros, ni herreros, ni los más fuertes y brutos de la comarca. Es como si aquella puerta quisiera permanecer sellada para siempre.
Efectivamente, aquella puerta sellada, al parecer, guardaba el último secreto que atesoraba aquel viejo caserón. Según los relatos más antiguos, aquel enclave había pertenecido a un noble, viajero y explorador, que se instaló en aquella mansión a finales del siglo XVIII. Era un hombre muy reservado, decían, siempre alerta, como si temiera algo.
Me cuentan que, una noche de luna menguante llegaron y llamaron a las puertas del caserón unas viajeras en busca de refugio. Eran tres: una anciana, una muchacha y una niña. El propietario las dejó entrar, pero, desde aquel día su comportamiento cambió drásticamente.
Se dice que durante las noches el noble hablaba solo, encerrado tras aquella puerta. Hasta que un día, el hombre y sus tres invitadas desaparecieron de la escena.
Cuando los miembros del servicio doméstico lograron entrar en la habitación, hallaron en el suelo, detrás de la puerta, un círculo de sal, extraños dibujos, símbolos en las paredes y un ambiente muy denso, casi irrespirable. Frente a ellos un oscuro pasadizo. Cerraron la puerta y la sellaron con signos que solo ellos conocían.
El tiempo transcurría a pasos agigantados, y aquella desapacible noche un joven decidido a resolver el misterio de la puerta cerrada se acercó sigilosamente al antiguo caserón. Portaba su linterna y una especie de diario que había encontrado escondido en el fondo de un anaquel de la biblioteca de una población cercana. Entre sus páginas había descubierto la extraña desaparición de unos miembros del servicio doméstico que, tiempo atrás, habían sellado la puerta.
“Que nunca vuelva a abrirse”, decía la última frase escrita con tinta negra algo difusa. Nadie en la aldea volvió a saber nada de aquel joven decidido a resolver el misterio de la puerta cerrada.
Pasaron los años, hasta que aquella bella mujer madura amante de los relatos de misterio, movida por su innata curiosidad, el desafío y el deseo de descubrir la verdad, decidió aventurarse al interior del caserón para intentar abrir aquella puerta cerrada. En compañía de su inseparable candil, el último regalo de su fallecido abuelo, subió las destartaladas escaleras que daban entrada a la arcaica casona.
Ya frente a la puerta cerrada. Sus manos temblaban mientras giraba el oxidado pomo. Al empujarla, la puerta se abrió lentamente, revelando unos metros frente a ella un oscuro pasadizo, respiró hondo y avanzó con suma cautela.
A medida que sus pasos repicaban en el vacío, le invadía una extraña sensación de libertad. Al final del oscuro pasadizo, una débil luz se reflejaba en el polvoriento suelo. La aventurera siguió el haz de luz hasta encontrar otra puerta, esta vez entreabierta. La empujó suavemente y descubrió una estancia llena de libros antiguos y artefactos un tanto extraños y misteriosos.
Pero lo que más llamó su atención fue un mugriento cofre plateado depositado sobre aquel polvoriento escritorio. Lo abrió con delicadeza. Ante sus ojos aparecieron unos manuscritos enrollados y atados con una cinta negra, que se hacían eco de la historia de un noble explorador que había residido siglos atrás en aquel viejo caserón.
Según los textos, él había viajado por todo el mundo en busca de conocimientos ocultos que, presuntamente, había guardado en una habitación secreta. El último manuscrito, curiosamente, relataba las extrañas desapariciones del noble aventurero, las tres viajeras que llegaron al caserón en busca de refugio y del joven decidido a resolver el misterio de la puerta cerrada.
Y así daba comienzo su viaje. Un viaje que se le antojaba lleno de aventuras, misterios, descubrimientos y desafíos que le cambiarían la vida por completo, para siempre. Y todo, pensaba ella, había empezado, simplemente, después de franquear aquella puerta cerrada.
La mujer madura ya estaba preparada, no estaba sola. Cerró la puerta, y el resto del mundo, por decirlo de alguna manera, contuvo la respiración.
La puerta vuelve a estar cerrada. Tal vez sea lo mejor.
Escritor e investigador de temas relacionados con los enigmas y misterios de la Historia. En la actualidad dirige y presenta el programa La Realidad Oculta en Radio Balear, colabora en esRadio971 con La Mano Negra, sección semanal dedicada a las crónicas negras, enigmas, misterios y curiosidades y dirige el blog de investigación La Realidad Oculta (balearoculta,blogspot.com).
Ha publicado los siguientes libros: El Delfín y la Estrella. Vida de Antonio Ribera (Tot Editorial. Barcelona. 1995), Enigmas y Misterios. 13 Lugares Malditos (Es Ediciones. Madrid. 2009), 13 Profecías Ocultas (Es Ediciones. Madrid. 2009), Los Correctores del Destino, el rumor no siempre está equivocado (La Niebla Ediciones. Mallorca. 2011), en colaboración con Vicenç Zanón, Templarios en Mallorca (Ediciones Dédalo. Barcelona. 2013), en colaboración con Juan Manuel Ruíz Fernández, y La vuelta a Mallorca en 80 rutas (Editorial Gâlata Books. Mallorca. 2017).
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