Hace apenas dos semanas, el pasado 7 de mayo, el Granada ofreció una exhibición en Son Moix que dejó muy tocado, pero no hundido, al RCD Mallorca a falta de tres jornadas para la conclusión de la Liga.

Fue precisamente tras ese encuentro cuando se produjo el despertar del equipo isleño.

La plantilla, consciente de que había ofrecido una pésima imagen ante la afición, se conjuró para revertir una situación que parecía irreparable.

Quedaban tres partidos y la respuesta fue espectacular: siete puntos de nueve posibles en las tres últimas jornadas.

Un empate en el Sánchez Pizjúan ante el Sevilla, uno de los conjuntos más fuertes de la Liga, una victoria agónica en Son Moix frente al Rayo, que encumbró a Abdón Prats. Y un partido sobresaliente, uno de los mejores de la temporada fuera de casa, frente al Osasuna de Pamplona por 0-2 para cambiar las cosas y dejar definitivamente al Granada en Segunda y al Mallorca, por segundo año consecutivo, en la máxima categoría del fútbol español.

Estos resultados, unidos al triunfo del Cádiz en Mendizorroza, dejaron de forma inesperada al Granada en la Segunda División.

El Granada cogió el autobús a Segunda.